YO Y TUS BESOS
Me he aprendido de memoria tu dirección, los árboles y las sombras que lo rodean, igual que el viento ha aprendido en que momento tiene que mover tu melena igual que un ciclón.
Aguardo con impaciencia el contacto de mi cuerpo con el tuyo, el calor que eche en falta frente a la soledad fría de una hoguera, el prometedor festival de besos floridos que se encontraran con los míos en esa habitación compartida, testigo mudo de nuestra unión de un dos cuerpos en uno, esa lujuria desatada que se desborda por los resquicios de nuestros cuerpos febriles de deseo, como los helechos en que se transformaran nuestros cuerpos en la intensidad para salir por las ventanas y para vestir de elegante verde los vastos edificios de la ciudad.
Que los espacios vacíos diseminados de nuestro alrededor se llenen del estruendo de nuestros besos, que nada oculte ni interponga .esa melodía que dibujan nuestros brazos en el aire, una orquesta de cámara cuyos músicos siguen pentagramas escritas en el lenguaje inmortal del amor, sana lujuria, mientras nuestra sucesión de besos y abrazos confunde pasado y presente, abren territorios nuevos donde caminar e inaugura nuevos Edenes donde la palabra prohibido sea reemplazada por la de libertad.
Me aprendí tus gestos, el color de tus ojos, el suave fluido de tu cabello recayendo por la espalda, como un filtro de agua descendiendo entre las pendientes rocosas de tu espalda, entre el color de un rio oscuro que discurre de medianoche silencioso y sereno, susurrando nanas maternales a los arboles callados mientras un sol rubio recién nacido iluminara las cimas lejanas de los montes, transformando de oro las hierbas y los arbustos tapizadas de verde en las campiñas solitarias, al paisaje.
Entonces y ahora tu pelo es castaño. Como el trigo que se levanta cada mañana como trenzas de niñas movidas por la brisa, briznas de oro que quedan hasta que se difumina su color con los últimos rayos del día, su energía anaranjada ya cansada que se va tornando negro para presentar en el escenario al protagonista absoluto de las noches oscuras: la luna, que será la sombra fresca que el sol nunca podrá lucir, piezas de una obra que se van intercambiando los papales de forma amigable, respetando los turnos, , una pieza sin improvisaciones ni cambios de hora dictadas por unas normas antiguas como el infinito.
Y huyo de mi casa con forma de celda para refugiarme en el cobijo de tu cuerpo, tu lenguaje dulce de besos y abrazos que sacian esta sed interminable de ti, ese rito cíclico después de cada verano asolado por los rigores de la soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario