domingo, 19 de mayo de 2013










 POESIAS


 SIMPLEMENTE MI HIJO


Veo tu pequeño cuerpo envuelto en la sabana traslucida y azul del mar, olas que se arrojan sobre ti, mojando tu piel con besos marinos que se escapan del agua, queriendo besar tu piel suave e infantil, piel desprovista de maldad y en tus oídos ,tus profundos oídos, oír el soplo del viento entrecortado, con fuerza de huracán aventurero y lejano, que procede de países lejanos donde la fascinación va cogida de la mano de las libres y claras mentes infantiles.
 .
Y te veo solo, mirando la distancia del horizonte, como el que se atreve a recorrerlo, de un extremo a otro, impulsado por la imaginación infantil. Como si fueras a convertirte en navío, pasar de ser carne a ser madera o metal, yaciendo junto a las sirenas, hablando un lenguaje de algas profundas y profusas con el blanqueo brillante de la sal marina.

Veo las olas empujarte. ¡Qué poco peso para una   marejada tan fuerte! La disciplina del agua, en calma o agitación, endulza tu graciosa y pequeña figura.

Por las noches, cuando te veo dormido en tu cama, me imagino que sigilosamente entro en tus sueños y participo de tus aventuras de caballeros, hadas y brujas, transitando por un territorio encantado.

A veces me pregunto si ese verdor brillante de tus ojos son herencia mía o de otra persona y si cuando veo tu carita graciosa, llenarse de la fiesta alborotada de tus gestos, creo que perteneces a un pasado de mi vida que  yo abandone sin querer con el transcurrir imbatible del tiempo, que ahora reencuentro reencarnada en tu persona.

Otras veces me pregunto cómo puedes correr tanto sin cansarte y cuando acabara esa energía inagotable que te envuelve, con tus pequeñas piernecitas doblándose continuamente, como una cortina desplegada al viento.

Nunca la vida te resulta amarga. Nunca decae tu ánimo. A veces pienso que te saldrán alas y te elevarás del suelo, como un ángel, dejando tras de ti una estela de relucientes rubíes. Niños que surcan el horizonte previstos de alas fabricados de rosa algodón dulce.

Este niño carece de nombre. Sin embargo, posee todos los nombres del mundo, la bondad humana más admirable, las primaveras con las sonrisas más verdes y los veranos donde el sol más cálido sale a adornar los cielos llameante y plateado , los juegos que permanecen guardados en la memoria de los columpios, los corazones que se entregan ilusionados al ritmo de una melodía, las notas de un pentagrama que entonan infinidad de canciones, mensajes claros, que nunca rechinan estridencias ni se las lleva el viento, ese niño simplemente es… mi hijo. 

lDías que transcurren en tu compañía, a veces tranquilos, a veces de constante alborotos, causan infinidad de alegrías en mi herida hace tiempo ya abierta por la madurez.


LA MUJER DEL INFINITO

¡Qué desgracia! he vuelto a perderme en los embates de la noche y al despertar no pude ver la salida del sol.

Me tendré que conformar con la presencia muda e indiferente de la luna, con su brillo oscuro tapizando de leves incandescencias pálidas y blancas las paredes, la modesta luz que el astro envía para iluminar la senda de los caminantes nocturnos, que quieren desentrañar los misterios de los pasadizos oscuros ocultos en la oscuridad...

Me tendré que conformar con ese baño de plata, esa luna lunera que cuenta cuentos a los niños cuando llega la noche y se difumina cuando llega la mañana. Ese intervalo de tiempo y silencio que se apodera de las calles, siempre imprevista, siguiendo el rumbo de las esquinas acompañadas del viento, agitado compañero que escala cornisas y .rincones sin dejar rastro de su paso.

Pero esa mañana recuperaré la dicha de volver a salir al sol, veré su reflejo en la cara de una niña que en la mirada guarda la fuerza del sol, cuyos rayos van hilvanando en ráfagas doradas que escapan a través de sus ojos, como esmeraldas expuestas a una mañana  de luz diáfana y clara.

La oscuridad se rendirá flameando una bandera púrpura y blanca y se retiran para siempre las tinieblas al ver esa sonrisa sin tapujos, ese coro de pájaros recitando poesía al amanecer.

Porque esa sonrisa es como ver agitarse la hierba de los campos de la vereda y ver como dos caminos separados se entrecruzan formando uno solo, como dos amigos reconciliados.

La primera mujer que se aventuró a arrancar una flor del jardín cundido de los mil mejores encantos femeninos y se los entregó al sol por ser escogida como la mejor.

Esa niña, radiante y mágica, como un cuento infantil,  dueña de una gracia tan tierna como la de la estrella más cercana al planeta, que se acercó a espiarnos, que ríe como si acabara de salir el sol por el horizonte en una dicha interminable, no tiene comparación  y duendes mágicos murmuran su nombre en todos los caminos conocidos, esa niña tiene nombre y se llama Mujer. Una niña que la vida se alegra de tener en sus brazos cálidos, como un retoño es acogido en los fraternales manos de su madre.

La flor más admirada del jardín  cuya belleza se transmite nada más verla, pero que solo será alcanzable para las almas más afortunadas, aquellas que transitan por sus parajes, no conoce fin ni límite de existencia porque es infinita, como los días felices que nos  deparará el futuro que aguarda en su tenaz escondite, más allá de las colinas que se divisan en el horizonte...

Ignacio Pérez Jimenez 
(PRONTO NUEVA ENTREGA DE  DIARIO DE UNA ADOLESCENTE)

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