Poesía AÑORADA INFANCIA
¿Quién me iba
a decir que iba a encontrarte?
Fuente del jardín, tu murmullo aún no se ha
apagado. Quién lo iba a decir. Murmullo que se convierte en risa dulce y
constante al caer fresca y abundante.
Súbitos
recuerdos acuden a mi mente, endulzándola como si recibiera un tierno abrazo.
La amplitud
del jardín ya no es tan grande, ya no hay niños que corran alborotados de un
lado a otro pero aun así el paso del tiempo no te ha robado la belleza, tu esplendor
mágico, mi evocación del pasado, el ruido suave de las ramas impulsadas por el viento,
el verde intenso del césped, el camino
que conducía a clase, los toboganes interminables, la diversión más grande en
la sencillez más absoluta, la despreocupación, la felicidad infatigable y
continua de tú vida ¿Dónde estáis ahora, amigos del pasado?¿Qué futuro os ha
deparado el destino?¿Dónde estáis ahora? Ten la seguridad, querido amigo, que
me ofreciste tu amistad que tu imagen se ha borrado con el paso del tiempo.
Quizás tu cuerpo ya no sea menudo como el de un niño, quizás tu risa ya no sea infantil,
te aseguro que habrás perdido muchas cosas, no puedo contarlas con los dedos pero
tu mano amiga sigue estando impresa a la mía. Dime, no sientes un cosquilleo en
el interior al recordar los agradables días de antaño, cuando el cielo era azul
y limpio y nuestra vida un reflejo de ese cielo despejado?
Ríe, niño, aprovecha
tu infancia, Qué nada te la quite o te la perturbe arrebatándote el mayor
tesoro, la niñez .Juega, brinca, chilla y salta hasta la extenuación, que nada
detenga tus ganas, tu derecho incuestionable de portarte como un niño; que nada
interrumpa tu sueño, tu pelota en el parque, tu puesto de vigía en el regazo de
mamá y tus monstruos y tus fantasías, los
fantasmas y la emoción de ser un guerrero enmascarado enfrentándose a un
dragón, valiente adversario para sus enemigos, el lenguaje inocente que los
hombres adultos perdemos alguna vez sin darnos cuenta.
Primavera
eterna sembrada de flores multicolores, después de haber probado todo esto solo entonces en tu madurez comprenderás
cuanto has tenido y cuanto desgraciadamente has perdido y quizás, seguramente,
nunca regrese.
Observo el
cauce de ese rio, cautivo callado y solitario en el monte despoblado y desnudo,
a veces rompe su rutinaria serenidad con la frágil y desenvuelta caída de una
hoja, prendido de la corriente fresca que avanza sin quererlo hacia ningún
lugar conocido, excepto su amigo el mar, que espera tranquilo su llegada, en el
altar plano donde los novios esperan a las novias.
El rio es azul
como un parche del cielo, un fragmento desprendido caído de la inmensidad que se
yergue sobre nuestras cabezas, elevada, un regalo envuelto en papel de nube con
fondo azul, un espejo transparente donde acuden las doncellas a mirar con
coquetería su belleza reflejada, entre risas inocentes, tapándose la boca con
los dedos.
Va el agua
vestida de novia con el traje compuesto de otras telas como las telas de las
hojas caídas, van corriendo inoportunas hasta la desembocadura, después de ser
destronadas por el salvaje ímpetu del viento, obligadas a hallar una nueva
morada, fragmentos de hojas y ramas se debaten hacia un nuevo destino, quizás
lleno de desafíos, en una inquietud perpetua y una calma disimulada en las frentes.
El rio no
tiene forma eterna, se transformara en su ineludible rumbo en un vasto mar de
algas y peces, una dimensión más formada por una caudal infinito de agua que en
la distancia hace pactos y conjuros secretos con el silencio de más adentro,
donde circulan navíos atentos a los rumbos invisibles, atentos a las líneas del
sol .
Pero llego
imprevisible el futuro y con su ensordecedora llegada puebla de retumbantes
truenos la tranquila y pacifica sima, agitando con intencionado frenesí la
frágil piel del mar, uniendo y desanudando contornos, provocando el enfado del
oleaje que ruge furioso su rabia desencadenada, con una fuerza insólita
oprimida en el agua.
Caerán
enfurecidas gotas de agua y la furia no
cesara en ese espectáculo vacío de espectador, atmosfera salvaje que no atiende
a las suplicas encarecidas de la calma pero a pesar de todo volverá a reinar
orgulloso el sol en su trono y dará luz de alegría y paz de viento al exaltado
clima, venciendo las tinieblas, que como casi todas, huyen en su final ya
conocido con el curso definitivo del destino.
Ignacio Perez Jimenez (Pronto os envio Diario de un adolescente 3)
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