DIARIO DE UNA ADOLESCENTE (SEGUNDA ENTREGA)
(Continuación)
María tenía una peculiaridad que no
compartía con las demás niños y que daba mucho que decir del estado económico
de su familia y es que los vestidos que llevaba siempre tenían algún remilgo
improvisado para que no se notaran las roturas. A veces ni siquiera iba calzada
y si lo iba, era con unos estropeados zapatos de color rosa que le había
prestado su madre. A mí eso me daba igual; no considero que sea justo juzgar a
una persona por su posición económica pero a los vecinos les producía muchas
molestias. Sobre todo cuando bajábamos las escaleras que conducían a la calle.
Los taconazos sonaban ruidosamente en cada piso.
Recuerdo que una de las aficiones favoritas
de María y mías eran ir a la peluquería de Miguel. Miguel tenía la peluquería
de caballeros enfrente de mi casa, una calle silenciosa y llena de adoquines,
con mucho encanto. Miguel tenía una de esas tradicionales peluquerías casi
siempre vacías, llenas de calma, con asientos para los clientes tan grandes y
verdes que parecían los asientos de la cabina de mando de una nave espacial
Miguel que era un hombre corpulento y alto,
me hubiera resultado atractivo si tuviera más edad. Pero era demasiada niña
para interesarme en esos detalles. .No se le conocía mujer ni hijos y al
parecer vivía solo. Nunca comentaba nada relacionado con su pasado con ningún
vecino así que toda su personalidad consistía en un sólido halo de misterio.:.
Pero todos esos datos nos resultaban indiferentes. Miguel nos conducía la fondo
de la peluquería donde había un biombo con una especie de fantasma dejando una
estele blanca larguísima detrás de ella. Detrás del biombo había infinidad de
disfraces. Nunca le preguntamos a Miguel de donde sacaba todas aquellas
prendas, si es que había tenido un pasado relacionado quizás con el teatro o
algo así pero lo cierto es que nos divertíamos mucho disfrazándonos de
princesas, de sirenas, de brujas, y de payasos y de todo lo que pudiéramos
encontrar en aquellos bolsas de plástico rebosantes de colores llamativos. Es
maravilloso sentirse princesa de niña. Aunque ese deseo de ser princesas que
esperan la llegada de un príncipe azul
creo que es más que una utopía, ¿de verdad crees que existen los
principales azules?. Ve y pregúntale a algún chico si siente interés por hacer
ese papel y te dirá que no. Creo que es demasiado esfuerzo para ellos.
Otro de nuestros lugares favoritos del
barrio, además de la peluquería de Miguel, era la juguetería que daba a la
iglesia. En época de Reyes, el local se abarrotaba de todo un variado catálogo
de juguetes e innumerables niños soñaban despiertos con su ansiado regalo de
Reyes mientras lo contemplaban entusiasmados expuestos en el escaparate.
Siempre me gustaba la Barbie Star, sobre todo (tenía toda la variedad de Barbie
posibles en casa, la modelo, la sirena, la vaquera) y me parecía un puntazo
poder ser llevada en el supercochazo de
Ken (os advierto que puntazo es una expresión habitual de mi vocabulario, para
que no os coja por sorpresa o me toméis por pesada, todas las adolescentes
tienen dos o tres palabras a las que recurrir con frecuencia). Espero que algún
día algún tío me invite ir en uno de esos cochazos, aunque solo sea para dar
envidia a esas idiotas que me consideran inferior cuando las idiotas s son ellas.
Lo juro, se delatan ellas mismas haciendo muestras de su incomparable
ignorancia sobre la vida en general y todas sus facetas.
El objetivo de nuestras ilusiones se dio al
traste y es que ocurrió para nuestra desgracia, no solo para nosotras sino para
todos los niños es que al parecer el `propietario se cansó de la venta de juguetes y alquilo,
vendió o traspuso el local, y una vez
estuvo vacío y los juguetes retirados, se llenó de bolsos, vestidos de todo
tipo, chaquetas, anillos, pulseras, complementos y todo lo que una mujer puede
desear en cualquier momento para convertirse en una Diosa del Paraíso.
María se fue. Me dijo: “Mañana me tengo que
ir”. No le puse demasiada atención a esa información. En mi mentalidad
infantil, ingenua e inocente no había cabida para desapariciones bruscas. No
pensaba que las amigas, con el tiempo, también se van marchando. Fue la gran
primera decepción de mi vida. Y cuando fue a buscarla a su casa, nadie atendió
a las llamadas del timbre. Corrí apesumbrada por todo el barrio, a ver si la
encontraba por algún lado. Le pregunte a mucha gente sobre su paradero. Fue la quiosquera,
que no apartaba la vista de la mercancía de los productos recién adquiridos la
que me dijo “Se ha ido a otra casa”. Llore, mi primer dolor, la ausencia.
Es difícil ocupar el lugar que ocupaba una
amiga. La proximidad, el compartir secretos y enigmas…La amistad es un concepto
muy profundo y muy valioso. No entiendo a la gente que pasa de tener amigos.
Pero tenía que encontrar urgentemente algo cuya satisfacción me hiciera olvidar
a María. Siempre me han dicho mis padres que debería de visitar la biblioteca
del Centro Vecinal. Que allí encontraría mucho entretenimiento que conseguiría
apartar de mi pensamiento a María, pero es que pensaba en ella día y
noche…!hasta en sueños¡.
Entre en la biblioteca con resentimiento.
No me aguadaban demasiado los libros. Me parecían gruesos mamotretos llenos de
letras que contaban historias aburridísimas. Nada que ver con jugar al
escondite o cosas así. Cogí algunos libros y me desprendí de ellos rápidamente.
No me interesaban. Hasta que encontré uno cuya portada, en la que aparecía un
bonito unicornio introducido en un círculo. Me senté en el suelo, ignorando los
escasos asientos libres, y me sentí atrapada por ese libro. El mundo fantástico
que me describía, lleno de seres maravillosos como elfos y hadas me
fascino. Nunca había visto un despliegue
de imaginación tan singular. Aquel libro me marco la vida.
(Continuara) Ignacio Perez Jimenez
No hay comentarios:
Publicar un comentario