jueves, 18 de abril de 2013





 DIARIO DE UNA ADOLESCENTE (SEGUNDA ENTREGA)


(Continuación)
María tenía una peculiaridad que no compartía con las demás niños y que daba mucho que decir del estado económico de su familia y es que los vestidos que llevaba siempre tenían algún remilgo improvisado para que no se notaran las roturas. A veces ni siquiera iba calzada y si lo iba, era con unos estropeados zapatos de color rosa que le había prestado su madre. A mí eso me daba igual; no considero que sea justo juzgar a una persona por su posición económica pero a los vecinos les producía muchas molestias. Sobre todo cuando bajábamos las escaleras que conducían a la calle. Los taconazos sonaban ruidosamente en cada piso. 

Recuerdo que una de las aficiones favoritas de María y mías eran ir a la peluquería de Miguel. Miguel tenía la peluquería de caballeros enfrente de mi casa, una calle silenciosa y llena de adoquines, con mucho encanto. Miguel tenía una de esas tradicionales peluquerías casi siempre vacías, llenas de calma, con asientos para los clientes tan grandes y verdes que parecían los asientos de la cabina de mando de una nave espacial

Miguel que era un hombre corpulento y alto, me hubiera resultado atractivo si tuviera más edad. Pero era demasiada niña para interesarme en esos detalles. .No se le conocía mujer ni hijos y al parecer vivía solo. Nunca comentaba nada relacionado con su pasado con ningún vecino así que toda su personalidad consistía en un sólido halo de misterio.:. Pero todos esos datos nos resultaban indiferentes. Miguel nos conducía la fondo de la peluquería donde había un biombo con una especie de fantasma dejando una estele blanca larguísima detrás de ella. Detrás del biombo había infinidad de disfraces. Nunca le preguntamos a Miguel de donde sacaba todas aquellas prendas, si es que había tenido un pasado relacionado quizás con el teatro o algo así pero lo cierto es que nos divertíamos mucho disfrazándonos de princesas, de sirenas, de brujas, y de payasos y de todo lo que pudiéramos encontrar en aquellos bolsas de plástico rebosantes de colores llamativos. Es maravilloso sentirse princesa de niña. Aunque ese deseo de ser princesas que esperan la llegada de un príncipe azul  creo que es más que una utopía, ¿de verdad crees que existen los principales azules?. Ve y pregúntale a algún chico si siente interés por hacer ese papel y te dirá que no. Creo que es demasiado esfuerzo para ellos.

Otro de nuestros lugares favoritos del barrio, además de la peluquería de Miguel, era la juguetería que daba a la iglesia. En época de Reyes, el local se abarrotaba de todo un variado catálogo de juguetes e innumerables niños soñaban despiertos con su ansiado regalo de Reyes mientras lo contemplaban entusiasmados expuestos en el escaparate. Siempre me gustaba la Barbie Star, sobre todo (tenía toda la variedad de Barbie posibles en casa, la modelo, la sirena, la vaquera) y me parecía un puntazo poder ser llevada en el supercochazo  de Ken (os advierto que puntazo es una expresión habitual de mi vocabulario, para que no os coja por sorpresa o me toméis por pesada, todas las adolescentes tienen dos o tres palabras a las que recurrir con frecuencia). Espero que algún día algún tío me invite ir en uno de esos cochazos, aunque solo sea para dar envidia a esas idiotas que me consideran inferior cuando las idiotas s son ellas. Lo juro, se delatan ellas mismas haciendo muestras de su incomparable ignorancia sobre la vida en general y todas sus facetas. 

El objetivo de nuestras ilusiones se dio al traste y es que ocurrió para nuestra desgracia, no solo para nosotras sino para todos los niños es que al parecer el `propietario  se cansó de la venta de juguetes y alquilo, vendió o traspuso  el local, y una vez estuvo vacío y los juguetes retirados, se llenó de bolsos, vestidos de todo tipo, chaquetas, anillos, pulseras, complementos y todo lo que una mujer puede desear en cualquier momento para convertirse en una Diosa del Paraíso. 

María se fue. Me dijo: “Mañana me tengo que ir”. No le puse demasiada atención a esa información. En mi mentalidad infantil, ingenua e inocente no había cabida para desapariciones bruscas. No pensaba que las amigas, con el tiempo, también se van marchando. Fue la gran primera decepción de mi vida. Y cuando fue a buscarla a su casa, nadie atendió a las llamadas del timbre. Corrí apesumbrada por todo el barrio, a ver si la encontraba por algún lado. Le pregunte a mucha gente sobre su paradero. Fue la quiosquera, que no apartaba la vista de la mercancía de los productos recién adquiridos la que me dijo “Se ha ido a otra casa”. Llore, mi primer dolor, la ausencia.

Es difícil ocupar el lugar que ocupaba una amiga. La proximidad, el compartir secretos y enigmas…La amistad es un concepto muy profundo y muy valioso. No entiendo a la gente que pasa de tener amigos. Pero tenía que encontrar urgentemente algo cuya satisfacción me hiciera olvidar a María. Siempre me han dicho mis padres que debería de visitar la biblioteca del Centro Vecinal. Que allí encontraría mucho entretenimiento que conseguiría apartar de mi pensamiento a María, pero es que pensaba en ella día y noche…!hasta en sueños¡.




Entre en la biblioteca con resentimiento. No me aguadaban demasiado los libros. Me parecían gruesos mamotretos llenos de letras que contaban historias aburridísimas. Nada que ver con jugar al escondite o cosas así. Cogí algunos libros y me desprendí de ellos rápidamente. No me interesaban. Hasta que encontré uno cuya portada, en la que aparecía un bonito unicornio introducido en un círculo. Me senté en el suelo, ignorando los escasos asientos libres, y me sentí atrapada por ese libro. El mundo fantástico que me describía, lleno de seres maravillosos como elfos y hadas me fascino.  Nunca había visto un despliegue de imaginación tan singular. Aquel libro me marco la vida.

(Continuara)    Ignacio Perez Jimenez

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