DIARIO DE UNA ADOLESCENTE
Hola, me llamo Mónica Sánchez. Y tengo 17
años. Creo que si hubiera una definición que mejor me describiera sería la de “adolescente”
. Lo cual equivale a tener un montón de problemas, tener las hormonas muy
libres e intentar ser feliz en cada momento aunque sientas que el mundo se va a
derrumbar en cualquier momento y te va a sepultar como una avalancha de nieve. Esa
fase tan humana y tradicional que nuestras madres denominan tan petulantemente “paso
de niña a mujer”.
Soy una adolescente al uso. En ese sentido,
no soy original. Me gustan las cantantes tipo Shakira y Beyonce. A parte de
otras cosas (claro) que ya ire mencionando. Creo que debe de ser un puntazo
estar encima de esos enormes escenarios y realizar tantas coreografías sin
equivocarse ni un solo momento. Y otro puntazo seria sentirse queridas y
admiradas por tanta gente. En la vida real es difícil que la gente consiga
admirarte por algo. La gente suele ser muy exigente y no están dispuestos a aceptarte
a la primera. Por eso pienso que estas artistas tienen que tener la autoestima
subida por los cielos mientras que la mayoría se tiene que conformar con que los
demás no tengan la suficiente capacidad para saber valorar tus cualidades y méritos.
Este diario que empiezo a escribir y que
quiero que sea un reflejo real y constructivo de mis experiencias personales
(en clase, con los chicos) os acompañara durante algún tiempo. Hasta que decida
dejarlo, hablando claro. Espero que os encontréis identificadas con alguna de
mis vivencias. Esto lo hago porque mis amigas me lo recomendaron, las mejores,
Clara y Violeta, porque ayuda a desahogarse y a tener un lugar intimo donde
expresar tus sentimientos y demás sin que necesariamente se enteren los otros y
se atrevan (que es posible) a divulgarlo por ahí.
Nací en un barrio castizo de Madrid, estos
que organizan verbenas cada cierto tiempo y estupideces parecidas para tener a
los ciudadanos contentos. De mi infancia no recuerdo prácticamente nada (como
suele ocurrir normalmente) y lo único destacable que tengo que decir es que fui
feliz y jugué con muchas muñecas.
Mi i infancia, por muy tierna que fuera, ya
tenía de hecho algún que otro inconveniente, como si eso formara parte de la
marca de la casa. Puesto que la casa era más bien pequeña porque mis padres no
eran muy boyantes económicamente me veía obligada a compartir mi habitación con
mi hermano Mario.
Toda chica que haya tenido un hermano sabe
que por lo general son los tipos más indeseables del mundo. Yo tenía la afición
de dibujar. Me dedicaba gran parte de mi tiempo libre (cuando no tenía que acudir
a clase) a hacer dibujos en un bloc. Era una manera entretenida y agradable de
pasar el tiempo. No es que fuera Van Gogh pero eso tampoco me preocupaba. Yo solo
quería tener el tiempo ocupado. Pero pese a todo me resultaba desesperante
cuando encontraba los blocs llenos de dibujos que indiscrinadamente mi hermano
se había dedicado a realizar encima de aquellos
dibujos que yo tan laboriosamente había elaborado y tenía en tan buena consideración.
Por lo que podréis entender, tener un hermano era como tener una maldición. Y
no me quedaba otra alternativa que soportarlo. No me imagino a mis padres expulsándole
fuera de casa, aunque creo que ellos fueron siempre bastante conscientes de su
mala conducta.
Pero hay no terminaba la historia. Para mi
desafortunio. La casa contaba con una especie de patio, muy pequeño pero de
muerte para unos niños tan pequeños como nosotros. Como nuestros padres debían de
pensar que nuestra relación era fenomenal no tenían mejor idea que ponernos
juntos y en poco tiempo el espacio que había reservado para mí se llenaba de
sus numerosos camiones, coches y demás muñecos articulados, desterrando sin ningún
tipo de compasión mis queridas muñecas. Como podréis entender, tener un hermano
de esas características va germinando un odio generalizado que va cobrando cada
vez más vida a medida que va pasando el tiempo.
Otra de las cosas que más recuerdo con más
fuerza eran las tardes en el parque. Me compraron una bicicleta. Para cualquier
niño o niña tener una bicicleta equivale a haber realizado un avance importante
en tu vida. Te crees más importante. Pero una bicicleta no tiene ningún sentido
sino sabes manejarla. Y como mi padre era muy bueno ( por cojones) se dedicaba
cada tarde de los fines de semana a enseñarme a pedalear sin caer al suelo.
Mantener el equilibrio es difícil siempre, sobre todo al principio (como es lógico)
pero se convierte en una de las primeras metas importantes de la vida. Cuando
te lo planteas seriamente es un un objetivo al que hay que alcanzar a pesar de
las múltiples caídas y las constantes decepciones. Y cuando consigues manejar
los pedales y a no caer te sientes que has obtenido una recompensa cuyo valor
es incalculable. Te sientes pletórica, orgullosa…que pena que solo hay una vez
para aprender a conducir una bicicleta.
No se si existen otros momentos dignos de mención
de mi infancia. Me lo pasaba muy bien cuando venían nuestros tíos de Barcelona.
Los cumpleaños. Siempre había preparada una cuantiosa y abundante tarta con
velitas para compartirlas junto a tus primos que no han venido precisamente a
verte y felicitarte sino para comerse su trozo de tarta correspondiente.
Evidentemente. Porque tampoco me conocían lo suficiente como para llevarse una
buena impresión de mí. Casi todos ellos eran niños y solo se juntaban con
Mario. Excepto María. Mi aliada en esa fase borrosa y olvidada llamada infancia.
Nuestra distracción favorita era hacer
volar las cometas a través de las reducidas ventanas de la casa. Es curioso el
efecto que algo tan sencillo puede provocar en un niño. Estoy segura que si lo
hiciera hoy en dia no le encontraría el menor sentido. Pero por algo hemos sido
niños. Para disfrutar de las cosas más sencillas con esa especie de fascinación
que se experimenta ante todo.
(continuara) Ya que soy consciente de que Las Ninfas de Colores no
ha tenido muy buena acogida,me pregunto ¿ hay alguien interesado en que la continue?. Si es asi hacedmelo saber. Gracias.
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